“La historia se ha encargado de legitimar los estados y sus fronteras.
Pero, existe un territorio afectivo, emocional, que une a las mujeres y a los hombres mucho más allá de las delimitaciones políticas o naturales. Esa región que trasciende a la geografía o al derecho internacional es la denominada matria o continente sentimental, aquel en el que se encuentran, entrecruzan e hibridan culturas, lenguas o creencias. Es lo que ocurre en la demarcación imaginaria que inicia el recorrido en Andalucía para navegar, a través del Estrecho de Gibraltar, hasta alcanzar las costas marroquíes.
Ese emplazamiento de historias comunes, amalgamado por lo bereber, lo hispanovisigodo, lo árabe, lo sefardí y lo andalusí, ha constituido, secularmente, un fundante marco de incomparable valor, un crisol multicultural que ha sabido germinar de manera protéica, en conocimientos tan dispares como la ciencia, la filosofía o la literatura.
De ese emplazamiento común, de esa matria, nos sentimos hijos y moradores”.